La policía del pensamiento irrumpe en la habitación de un señor que meditaba tranquilamente y de esta forma tan abrupta comienza la historia.
—Buenas tardes. Sabemos que estaba usted teniendo pensamientos ilegales.
—No es cierto, me habrá difamado un vecino envidioso.
—No, lo hemos visto en el escáner mental. Estaba usted pensando en tetas y todavía no son las siete.
—No es verdad.
—Sí que lo es: son las seis y media.
—No, me refiero a lo primero: no pensaba en tetas, sino en zepelines.
—Hum. ¿Seguro?
—Segurísimo. ¿Quién va a saber mejor lo que estaba pensando yo?
—Bueno, pero siguen siendo formas inapropiadas.
—¿Es ilegal pensar en zepelines?
—No sé, tal vez sea alegal. Creo que no he leído nada al respecto. Al fin y al cabo, ¿quién piensa en zepelines hoy en día?
—Yo, que disfruto con la historia de la conquista del aire.
—Ah, así que disfruta.
—Sí, mucho.
—Sexualmente, claro.
—¿Qué? ¿Pero qué dice?
—Ahora lo entiendo todo. Era una maniobra para burlar la censura, para poder masturbarse fuera del horario establecido sin ser descubierto. Pero le ha salido mal, amigo.
—¿Pero es que ha perdido la cabeza?
A pesar de sus protestas, el hombre es inmediatamente detenido y enviado a reeducación.
4 comentarios:
Buena interpretación del Gran hermano de Orwell. Me ha gustado, sin duda, lástima que no pueda agregarlo a su libro. Un besazo.
Si es que era un cerdo y un sátiro. Zepelines. Con lo que ponen los zepelines. Mmmmfff.
Igual estaba pensando en tetas, pero a veces los seplines también son zepelines.
Con lo que me gustan a mi los zepelines...
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