Es usted tan genial, ¿sabe? Le sigo desde siempre, toda mi vida, porque mi vida empezó en el momento en que conocí su obra. Si no fuera por usted, no sé qué sería de mí. Estaría muerto, supongo. O en una secta. Ah, si usted pudiera leer mis pensamientos, sentiría que soy su camarada. O más que eso: su hijo. Sí, eso es: soy su hijo secreto, su hijo artístico, pues es su arte lo que corre por mis venas. Usted me dio la vida, le repito, así que es normal que le llame padre. Y puesto que es usted mi padre, ¿no tendríamos que sentarnos a hablar de la herencia?
2 comentarios:
Cuéntele ud. lo dura que es la vida micheliana y ya verá cómo se le quita el entusiasmo.
Besos.
A lo mejor cuela, oiga.
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