miércoles, 12 de mayo de 2010

Dios en el diván

—Soy un psicópata, doctor.
—Eso lo tengo que decidir yo, no se precipite.
—Pero es que es verdad. Soy el primer terrorista de la historia. Todos los primogénitos de Egipto asesinados sólo porque yo así lo quise. La responsabilidad es sólo mía, pues yo sabía perfectamente que ningún gobierno puede ceder a un chantaje terrorista. Podría haber usado mi omnipotencia para teletransportar a todos los judíos fuera de Egipto, pero no. Yo quería que corriera la sangre, una demostración de fuerza. ¿Será que estoy acomplejado, doctor?
—Es pronto para diagnósticos.
—Siempre lo soluciono todo así, no soy capaz de respuestas sutiles. Arrasar ciudades enteras, diluvios universales, plagas. Pero yo lo que busco es amor. Quiero que me quieran. Y no lo hacen. Siempre están dispuestos a rendir culto a otras deidades. O a ninguna, esos son los peores. ¿Por qué no me quieren? No entienden que si los masacro es por su bien.
—Veamos. Usted considera que la gente le debe algo, ¿no es así? Concretamente, amor. O admiración, si lo prefiere.
—Eso es. Yo, que soy el que soy. Yo, que soy el Alfa y el Omega. Yo, que soy amor. Si les he creado es para que dediquen su vida a mí, a nada más.
—¿Y el libre albedrío?
—Lo tienen, se lo he dado yo. Y leyes durísimas que están obligados a cumplir.
—¿No es eso contradictorio?
—En absoluto. Son libres de elegir: una vida de sumisión o tortura eterna.
—¿No le parece algo injusto?
—Puede. No, poco es para lo que se merecen. No sé, doctor, no me controlo. A veces estoy lleno de odio. Luego, de pronto, quiero a todo el mundo. Pero siempre estoy receloso, nunca estoy contento, siempre quiero más. No me entiendo, ¿sabe? Creo que soy bipolar o pasivo-agresivo o qué sé yo. Pero es que mis caminos son inescrutables, claro, que es lo que digo yo siempre para excusarme.
—Bueno, relájese. Hablemos ahora de su padre.
—Sí, ahí quería yo llegar.

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