miércoles, 14 de octubre de 2009

La sospecha

—Hola, cariño, qué pronto has vuelto hoy a casa.
—Sí, es que ha habido una amenaza de bomba y... Oye, aquí huele a coño.
—¿Sí? Serás tú, que no te has duchado.
—¿Pero cómo voy a ser yo, hijo de puta? Has estado aquí con alguna guarra, dime la verdad.
—Que no, que tú eres la única que ha entrado en casa.
—¿Encima me estás llamando guarra?
—No, no, no. La única mujer, eso quería decir.
—Has estado con Pili, ¿verdad?
—¿Quién?
—La vecina del quinto. La morena.
—Ah, la tetuda.
—¿Cómo que la tetuda? ¿Le miras las tetas a la vecina?
—Es menos grave que follar con ella, ¿no?
—Pero es que eso también lo haces.
—Bueno, si me la follara, lo raro sería no mirarle las tetas, digo yo.
—Entonces te la follas.
—Sólo hipotéticamente.
—Eso es peor.
—¿Cómo va a ser peor?
—Porque piensas en ello. Te pasas el día pensando en follarte a la vecina del quinto.
—Es sólo uno de mis pasatiempos. No hago daño a nadie y me entretengo.
—Eres un cerdo.

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