miércoles, 29 de abril de 2009

Música de cámara de gas

Sueño que saludo desde un coche a la multitud, que me confunde con otro. Quizá con Alan Moore. Hay tan poco por lo que reír y tanto por lo que llorar, le digo a mi compañero de asiento, que es Stalin con un cuervo en el hombro que dice «nunca más». Luego estoy en una fiesta en mi honor con todas las mujeres a las que he querido. Van vestidas de blanco virginal, aunque éstas no han sido vírgenes en la vida, pero imagino que es un símbolo. Un símbolo de qué, le pregunto a una, que sonríe a modo de respuesta. Qué bonita es, ahora recuerdo por qué perdí la cabeza por ella. De qué vas, me espeta la más rubia, si tú siempre dices que has querido a muy pocas. El querer es tan subjetivo, respondo yo. Ya, claro, dice ella, siempre con el mismo rollo; pero admite que de mí no te enamoraste nunca, lo que pasa es que te gustaba mi culo. Nena, ya sé que todo esto es muy paródico, contesto yo, pero tú no te has visto de espaldas, ese culo era suficiente para enamorarse de ti. Ella se hace la indignada en vez de mostrarse complacida. Nena, no soy yo, es el manicomio, que me cambia el carácter. Luego viene la pelirroja, que me susurra al oído algo de sodomía en la cocina. Yo me voy detrás de ella esperando que no me estuviera hablando de un grupo de la Movida.

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