lunes, 9 de marzo de 2009

Anonimatos

Pensé que nevaba, pero llovían dientes. Ella daba pequeños sorbos a su café y miraba por la ventana. Me dijo:
—Durante un tiempo, sopesé la posibilidad de trabajar en el teléfono erótico; se gana mucho dinero, ¿sabes? Pero un día se me ocurrió: ¿y si llama mi padre? No me aterraba tanto la idea de reconocerle como la de no hacerlo. Imagínate: yo diciéndole guarradas a mi padre sin saberlo, él excitándose sin sospechar que es su hija la que le está susurrando obscenidades por teléfono. Ya, ya, ojos que no ven... pero sólo la idea me quitaba el sueño. Nunca estaría tranquila, me obsesionaría intentando reconocer voces. Demasiado estrés, hay formas más tranquilas de ganarse la vida.

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