miércoles, 7 de enero de 2009

Alone again or

Le decía yo hace poco a una chica que el amor no correspondido es el que tiene que justificarse siempre, el que se ve obligado a responder a preguntas como «¿por qué me quieres?» y presentar alegatos a afirmaciones como «no me conoces». Si dos personas se gustan al poco de conocerse, ninguna esgrimirá el «no me conoces» para neutralizar el amor del otro. No es conveniente. Por el contrario, pobre del que se encuentre solo en su deseo, pues tendrá que explicarse y justificarse continuamente. «Me gustas por esto, querida, todas mis razones son válidas». Como si fuera una fórmula matemática que hay que demostrar. Se dan incluso casos de extremo ridículo en los que hay que narrar el momento exacto en el que el acusado se enamoró de la demandante. «Sí, fue cuando te tocaste el pelo por tercera vez, entonces me enamoré de ti».
Claro que a veces uno sólo quiere saber. Yo a una chica le pregunté en cierta ocasión: «¿por qué te gusto?». No porque no fuera mutuo, que ya entonces estaba yo rendido a sus encantos (de hecho, esto fue en la cama), ni por poca autoestima, sino porque nunca me había dicho nada al respecto, así que me daba la impresión de que le gustaba porque sí, y a mí los porque sí y los porque no nunca me han gustado nada, que bastante arbitraria es ya la vida como para que colaboremos con ella. Así que después de follar le pregunté. Recuerdo que me miró con sincero asombro y me preguntó si lo decía en serio. Contesté que sí. Ella sonrió y me dijo todo lo que le gustaba de mí, un montón de cosas que sentaban fabulosamente bien al ego. Como era de esperar, no consigo recordar ni una palabra.

No hay comentarios: