viernes, 1 de agosto de 2008

Poètes

Soñé que era el hijo bastardo de Jacques Rigaut y que mi ex mujer estaba al teléfono.
—Te has vuelto a retrasar con la pensión —me dijo.
—Lo sé, es que ha sido un mes difícil.
—¿Y qué le digo a Justine?
—Dile que papá la quiere mucho.
—Sí, la quiere y deja que se muera de hambre.
—No seas injusta, sabes que si pudiera te daría el dinero.
—Podrías, si buscaras un trabajo de verdad. Si dejaras de perder el tiempo con poemas y jovencitas. La otra noche te llamé a casa y no lo cogiste. Seguro que estabas por ahí con Boris, como siempre.
—No empieces, Sabine.
—Como si no te conociera. Seguro que estuviste en algún club de jazz de mala muerte. Y tu hija viviendo como si fuera huérfana. ¿Dónde estaba su padre? Con putas, gastándose con putas el dinero de su hija. ¿Y cómo le explico yo que su padre es un putero que no piensa en nadie que no sea él?
—No hay nada que explicar, no dramatices.
—Si le pusiste Justine a tu propia hija, degenerado. ¿Qué clase de persona haría eso?
—Justine es un nombre precioso. Y Los infortunios de la virtud es un clásico de la literatura.
—Un clásico de los rompeculos, que es lo que eres. Como tu amigo Boris. ¿Y todo por qué? Porque dices que eres hijo de un poeta al que ni siquiera te pareces.
—Tengo su nariz.
—Tienes una nariz de lo más vulgar, no digas tonterías.
—Pues tú tienes la nariz de la Bruja del Oeste.
—Seré una bruja, pero al menos no soy un rompeculos. Podrías hacer como tu supuesto padre y pegarte un tiro. Cabrón.

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