miércoles, 15 de marzo de 2006

10 relatos malvados

El señor Pinkerton, honrado ciudadano, encontró aquella mañana una bolsa de papel marrón frente a su casa. La abrió para ver qué contenía y se encontró mirando a la Muerte. Volvió a cerrarla y, ya que no era suya, decidió llevarla a la Oficina de Objetos Perdidos.

Como estaba lejos, cogió un autobús, pero durante el trayecto se quedó dormido debido a que la noche anterior había trabajado hasta muy tarde en sus maquetas. El conductor le despertó en la última parada, en el otro extremo de la ciudad. "Qué torpe soy", pensó el señor Pinkerton mientras tomaba el autobús de vuelta.

Sin embargo, volvió a dormirse y nuevamente tuvo que despertarle en otro extremo de la ciudad un conductor de autobús. El señor Pinkerton, un tanto avergonzado ante sí mismo, decidió que lo mejor sería ir andando, ya que las probabilidades de dormirse serían escasas. Pero no había recorrido ni medio kilómetro cuando, de pronto, se desplomó sobre el suelo. Los transeúntes que acudieron a socorrerlo descubrieron que estaba muerto.

Al día siguiente, los periódicos se preguntaban cómo se había extendido de la noche a la mañana la misteriosa enfermedad que había acabado con media ciudad.

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