domingo, 23 de octubre de 2005

Teología popular

¿Por qué la gente cree en el dios en el que cree? ¿Por qué no cree en otro? Salvo raras conversiones en la edad adulta (Bob Dylan, por ejemplo, o Cassius Clay), normalmente la gente opta por el dios en el que le han adoctrinado durante su infancia, lo cual siempre me ha llamado la atención. ¿Por qué nadie rinde culto, por ejemplo, a Caperucita Roja? Es otro cuento de nuestra infancia, y además en él también está representado el mal, que sería el lobo. Sin embargo, no ha triunfado como religión organizada. O Blancanieves y los siete enanitos-apóstoles (y además al final Blancanieves resucita). Sí, lo admito, en la Biblia se cuentan algunos hechos históricos que la alejan un poco de los cuentos, pero también es cierto que las religiones del Libro no se apoyan en dichos hechos históricos (que, dicho sea de paso, aparecen un tanto distorsionados), sino en la parte de ficción del relato. Por lo tanto, volvemos a los cuentos. ¿Sería posible crear una raza de superniños aislados del mundo exterior que rezaran a Caperucita Roja, Blancanieves o Pulgarcito? Habría que proponerlo a algún ministerio.

Por otra parte, ¿no tendría mucho más sentido crear una religión propia a partir de una reflexión madura? Imaginemos, por ejemplo, que decido rendirle culto a mi vecino porque, tras una meditación profunda y comprobar lo bien que le va en la vida, he llegado a la conclusión de que es Dios. O mejor aún: tras observar detenidamente a mi vecina, decido que sus atributos son sobrenaturales y ante ella me reconozco humano, demasiado humano. Es decir, no sigo una religión porque me hayan educado así desde que era un indefenso infante, sino que siguiendo un método deductivo formo mis propios valores religiosos. Nada de 10 mandamientos y doctrinas basadas en la tradición: la propia experiencia.

También sería divertido elegir a una persona al azar de la guía telefónica y montar nuestra religión en torno a ella. Así, nuestra misión en la vida sería buscar a este mesías por accidente y seguirle al trabajo, a casa, intentar que nos ilumine, rendirle culto también a su madre, etc, etc.

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