miércoles, 9 de febrero de 2005

Dios salve al Lehendakari (que no es un rastafari)

(Publicado originalmente en El Otro Diario)

Sí, lo confieso, me tragué las siete horas y pico del debate sobre el Plan Ibarretxe (por cierto, he olvidado el nombre de pila de este hombre, ya casi estoy convencido de que sus padres le pusieron “Plan”). Es más, lo seguí con interés y palomitas de maíz. Ya podían otros practicar sexo desenfrenado, que yo tenía mi debate sobre el Plan Ibarretxe.

Volviendo al Plan, que es el tema que supuestamente nos ocupa y no la cantidad de coitos semanales del prójimo (así de aburrida es esta columna), en el debate quedó claro que el bueno de Ibarretxe está muy desentrenado cuando tiene que hablar fuera del Parlamento Vasco. En cierto momento pareció que iba a entrar en trance berserker y comenzar a insultar a diestro y siniestro a los diputados por españolistas irrecuperables. Es lo que sucede cuando uno está acostumbrado a que le digan que sí a todo, como si viviera rodeado de amables concubinas (es una experiencia que desconozco, si algún lector la ha experimentado... ya saben, que nos la cuente).

Y digo yo, que para eso me pagan (bueno, es un pour parlé): no se entiende que haya gente quejándose por los precios de los pisos, el desempleo, la inseguridad ciudadana, y otras minucias, cuando algunos benefactores de la Humanidad, o de cierta parte de ésta, en un acto verdaderamente preclaro ponen sobre la mesa el tema de la auténtica esencia del ser humano: la vasquidad (y sus inconvenientes). Por no hablar de los circunloquios con los que nos extasiaron en el debate, claro homenaje a Cervantes, aprovechando el cuarto centenario que celebramos de su obra magna: el Quijote. Observen, si no me creen, este bello momento para el recuerdo: Zapatero: “Si vivimos juntos, juntos debemos decidir”; Ibarretxe: “Tenemos que poder decidir vivir juntos”. Bravo, prodigioso, y yo malgastando mi vida sin imaginar que se producían en el Parlamento estas discusiones sobre el sexo de los ángeles. Se salvaron porque ninguna cadena tuvo la valentía de contraprogramar con fútbol.

Por definición, la Patria (sacrosanta y la mejor siempre del mundo mundial) es como una madre castradora que anula a sus hijos y les chupa la sangre mientras exige una sonrisa leal, motivo por el que desde jovencito me ha resultado curioso que haya tanta gente que siempre tiene en el pensamiento, y en los ojos soñadores, la idea de Patria, ya sea para crear una y alcanzar por fin el lugar en el orden mundial que Dios tenía reservado para ella, o bien para defender una ya reconocida por las otras Patrias. Pero esto es la teoría, ya que confieso que cada vez que escribo “Patria” me levanto de la silla con la mano en el pecho. Porque, tenemos que admitirlo, ¿qué son mis problemas al lado de los de la Patria? ¿Y qué si no puedo llegar a final de mes si la Patria está amenazada por los enemigos que nos señalan los poderosos? La Patria en peligro y yo con estos pelos.

Quisiera terminar este artículo con aquel breve salmo postmoderno compuesto por los Derribos Arias, que creo que resume a la perfección todo el asunto:

Dios salve al Lendakari
Que no es un rastafari
Él es un txistulari

Nuestro Lendakari
No es un rastafari
es un txistulari

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