domingo, 1 de febrero de 2004

Mystery woman

Hay mujeres que te desarman, que hablan y con cada palabra firman tu rendición incondicional y te obligan a ser incapaz de olvidarlas jamás. No son muchas, por suerte o desgracia. Cuando conoces una no sabes si escapar o acercarte. ¿Sabe la polilla que se aproxima a la llama que va a morir? Tal vez se acerque precisamente porque lo sabe.

En fin, volviendo a mis temas habituales (y ampliamente aplaudidos por la crítica birmana), hoy tuve una discusión con mi padre acerca de los fontaneros hegelianos que contrató para que repararan un par de tuberías. Yo sostenía que los fontaneros deberían ser kantianos o seguidores de Schopenhauer, pero mi padre empezó entonces a hablar del Absoluto. Mi madre intervino en ese momento para criticar el pensamiento de Kierkegaard, sumándose también mi hermano menor con un agudo comentario acerca del bigote de Nietzsche. Mi perro empezó a ladrar y a saltarnos a la cara, cosa que entendimos como propia de su relativismo moral. Finalmente llegamos a un acuerdo: los fontaneros hegelianos repararían las tuberías, pero deberían aceptar como posibles las tesis de los filósofos posteriores a Hegel a partir de las siete de la tarde.

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