«No te esfuerzas lo suficiente», le dijo su entrenador de vida (aunque oficialmente era un
coach por aquello del prestigio automático que otorga el inglés a las gilipolleces), a lo que él le respondió que precisamente le pagaba para no tener que esforzarse tanto como la gente que se enfrentaba a la vida sin un preparador titulado (del valor de ese título hablaremos otro día).
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