Ojalá tuviera la convicción de la IA, que afirma cosas de las que no tiene ni puta idea con la seguridad de un borracho en un bar, pero la vida me programó para todo lo contrario.
En ciertas obras de ficción hay un momento en el que el protagonista le vende su alma al diablo a cambio de riquezas, fama, amor, etcétera. Resulta inspirador, puesto que en la realidad se la vendes a diario al sistema a cambio de migajas.