Una queja habitual de alguien que debe expresarse en otro idioma es la de que no puede demostrar lo gracioso o realmente inteligente que es en su lengua materna. A mí me pasa igual, pero con las clases de conducir, que me gustaría irme a casa habiendo convencido a mi atribulado profesor de que no soy un patán absoluto fuera del coche.
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