Me llamaron por teléfono del ministerio de Cultura. Me habían seleccionado para un encuentro literario en un instituto y debía responder pronto con mis datos al correo electrónico que me habían mandado. Sin embargo, al colgar, comprobé que no tenía nada en el email. Esperé media hora, por si acaso, pero sin éxito. Volví a telefonear y la misma mujer me respondió abochornada pidiéndome disculpas, pues había sido todo un error y en realidad no estaba seleccionado. Me salió reírme ante tal situación de telecomedia, lo que, al menos, sirvió para que la pobre mujer no se sintiera tan mal.
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