No importa, eres libre y te sonríe, arrebatadora, la fortuna (puede que la mala). Tu territorio es el que ocupas con los pies en cada momento, siempre que nadie te dé un empujón sin previo aviso y acabes de bruces. Nadie es soberano con la cara en el suelo. De todos modos, lo importante es poseer una cama donde reposar los huesos y las ideas. El resto viene solo, en teoría.
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