Recuerdo la sensación de esperar durante horas en lo alto de la cuesta que llevaba a la facultad de Filosofía y Letras con la ilusión de divisar durante un momento a Alba de lejos. O cuando aguardé durante un rato largo frente a la Joy Eslava con la esperanza de vislumbrar a Babeth entre la multitud durante unos segundos. Son momentos que recuerdo bien porque se asemejan bastante a esperar los comentarios de los lectores y críticos sobre mi novela.
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