Dónde van las ideas que uno olvida apuntar. ¿Quedan registradas en algún oscuro rincón del cerebro y, con suerte, vuelven a aparecer? ¿O pasan definitivamente a la categoría de leyenda? Porque permanece tan solo la sensación: yo tenía una buena idea sobre la que escribir, sí, pero de qué. Si al menos conservara alguna pista...
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