Verano. El corazón bombeaba sangre a ritmo del pésimo reggaeton mientras en las playas se refrescaba la humanidad entera (de este hemisferio, al menos). Nos amparaba la juventud y el deseo de conquistar otros cuerpos en nombre del rey de Castilla. ¡Derribad los altos muros, oh soldados! ¡Penetrad en las estancias de los príncipes! ¡Clavad los pendones y que ondeen al viento de la victoria! O algo así, puesto que en realidad nos limitábamos a sudar en soledad mientras fantaseábamos con una vida mejor.
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