«Con un doce por ciento de atún», reza la etiqueta de la ensaladilla rusa que adquiero en un supermercado. Algún estudio, supongo, ha determinado que es un porcentaje significativo, atrayente, digno de aparecer. Quién decidirá estas cosas. En qué porcentajes podríamos dividir mi vida. Un doce por ciento de felicidad, digamos. Un treinta por ciento de ironía. Qué sé yo.
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