Algunos días de la semana mi horario laboral es lo bastante agradable como para poder dedicarme a la desenfrenada actividad de buscar buenos sitios para desayunar. ¿Era este mi sueño de juventud? ¿Es la recompensa merecida a mis años de oscuridad literaria (que aún no han terminado)? La vida hay que aceptarla como viene, pero mejor hacerlo al menos en un sitio tranquilo, leyendo un libro interesante mientras tomas un café y algo de pan caliente, como un buen señor mayor y aburrido.
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