jueves, 28 de enero de 2021

De mi vida militar

Era 1996 o quizá 1997 cuando el ejército de la nación esperaba que cumpliera con mi deber patriótico y realizara el servicio militar, pero yo de patriotismo iba bastante escaso, sobre todo si implicaba dormir en un barracón con un montón de desconocidos, hacer instrucción de madrugada y manipular armas de fuego. Aunque contaba con ser declarado inútil, me consideraron apto para el servicio en el reconocimiento médico, lo que hablaba muy mal de un ejército que en secreto seguía fantaseando con su pasado imperial. Recuerdo que en otra ocasión aporté pruebas de mi miopía para que me eximieran de todo aquello, pues quién quiere un soldado que despilfarre balas sin acertar a ningún enemigo, pero el militar que me atendió respondió con bastantes malos modos que mi alegato estaba muy bien, pero era bastante improbable que se aceptara. Me extrañó la hostilidad de aquel oficial (aunque supongo que es una cualidad que viene muy bien en un conflicto armado), pero ahora me doy cuenta de que sólo habían pasado dos décadas desde la muerte del dictador, una minucia en términos históricos, y yo era un chaval melenudo, poco más que un hippie asqueroso para aquel tipo. Por suerte para todos, me quedaba la baza de pedir prórroga por estudios y esperar a que finalmente los nacionalistas catalanes y vascos consiguieran que el PP cumpliera lo pactado y la mili pasara a mejor vida.

1 comentario:

Ikana dijo...

La mili, madre mía xD Mi padre tuvo que hacerla jajaja