Salí a la calle a tirar la basura. Como era de esperar, no había absolutamente nadie y todos los negocios permanecían cerrados. Los contenedores estaban a rebosar, como si hubieran reducido también la frecuencia de recogida de los desechos. Sin embargo, lo más sorprendente era el absoluto silencio, aunque en seguida encontré la explicación: apenas quedaban vecinos en los edificios circundantes, expulsados hacía mucho tiempo por la especulación turística. Sentí por un momento una insondable soledad, pero me apresuré en volver a casa para deshacerme de ella.
1 comentario:
Más tranquilo estará uno, entonces
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