sábado, 17 de noviembre de 2018

Encuentros violentos

Cruzábamos hace unos días el paso de peatones que hay situado muy prácticamente frente a nuestro portal cuando vimos que un coche se abalanzaba sobre nosotros sin ninguna muestra aparente de aminorar. Ágiles y jóvenes como somos (bueno, Sonia más que yo), esquivamos la acometida mortal de este posible yihadista, al que como represalia lancé una mirada llena de reproche, aunque no sé si pudo verla bajo mis gafas de sol, acompañada de un improperio entre dientes. El conductor, que al final no tenía aspecto de islamista, sino de miembro de «la manada», reaccionó indignado ante lo que sin duda le parecía una crítica injusta a su impecable manera de conducir e hizo lo que el código de circulación recomienda para estos casos: detuvo el coche en mitad de la calle y se apeó del mismo para propinarme unos sopapos socráticos que me convencieran de su maestría al volante. Pensé en preguntarle si lo de hostiar era el recurso habitual cuando fallaba el atropello, pero aquel rostro de gorila enfurecido no parecía el de alguien capaz de albergar sentido del humor alguno, así que con calma nos metimos en nuestro edificio y dejamos que se peleara a gusto con la puerta.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Ahí es cuando hay que entrenar la capacidad de retentiva. y quedarse con el número de la matrícula. Y un día vaciarle las cuatro ruedas.