Verano. Los cuerpos se doran en la playa, pero nuestro héroe, un triste escritor de segunda, continúa al pie del cañón tratando de exprimirse las meninges en busca de una historia que merezca la pena. Pero el líquido resultante no es petróleo literario, sino simplemente sudor. No es tiempo de literatura, sino de días largos y noches cortas, amores veraniegos y cucarachas en las aceras, gafas de sol y cervezas, el canto de las cigarras y esa sensación de eterna juventud que pronto pasará.
1 comentario:
Juventud, dice. El abuelo.
Publicar un comentario