—¿Le gustaría ser el escritor de cabecera del emperador?
—¿En qué consistirían mis funciones?
—Tendría usted que estar siempre disponible para escribir historias cuando el emperador lo requiera.
—Puedo hacerlo. ¡Estoy lleno de ilusiones e imaginación!
—Piense que las responsabilidades del emperador a menudo le provocan un sueño intranquilo y...
—¿Se despierta convertido en un monstruoso insecto?
—No: se desvela y necesita que el escritor imperial le cuente una historia novedosa. Por este motivo estará usted obligado a pasar las noches junto a la cama del emperador, pendiente de su sueño.
—No pensaba que lo de «cabecera» fuera literal.
—Ajá, la incomodidad del puesto le causa reticencias, ¿no?
—Ni mucho menos. Pasarme la noche entera de pie junto a un monarca que duerme y tener alguna historia siempre preparada en el magín es una bicoca. ¿Qué escritor renunciaría a un techo garantizado?
1 comentario:
Pero no me venga con alegorías politicas que el Emperador tiene muy mala follá, sobre todo si no duerme bien. Que es siempre.
Publicar un comentario