jueves, 26 de mayo de 2016

Feriando

Ah, la feria del libro de Madrid, el epicentro literario. Se agolpan contra las casetas personas deseosas de llevarse un libro al entrecejo o la entrepierna y la literatura es una fiesta y blablablá. Yo he estado sólo una vez o dos en mi vida y como espectador, no creo que firme nunca en ella. A la de Sevilla sí me llevaron el año pasado y fue muy divertido. Me pusieron en una mesa sin libros ni nada, sólo un cartel. Pregunté por los libros y me contestaron:
—¿No los traes tú?
—No, nadie me dijo nada de que tuviera que traerlos yo, he venido sólo con uno con la idea de regalarlo a un amigo.
—Pues vaya faena.
—Sí. ¿Qué hacemos, me marcho?
—No, ¿y si viene un lector con tu libro para que se lo firmes?
—Eso suena a posibilidad muy remota.
—Da igual, se supone que tienes que estar aquí una hora.
Muy español esto de echar horas en la oficina aunque no haya trabajo que hacer. Así que me senté a no hacer nada, sólo mirar a la gente que pasaba por la plaza y que también me miraba a mí como preguntándose qué cojones hacía ese tipo sentado a una mesa vacía, si adivinaba el futuro o vete tú a saber. Al final acabé poniendo sobre la mesa el ejemplar que iba a regalar, para disimular un poco.
Al rato, se acercó un chaval que buscaba socios para una ONG. ¿Quería yo apuntarme? Si es como beneficiario, sí. Se rió. No, hombre, es para ayudar a otros. Yo necesito ayuda, que soy un escritor sin libros, respondí. Cogió el libro y le echó un vistazo a la cubierta. Leyó por detrás. Sonrió. Adoptó expresión soñadora (vale, más bien era pensativa) y me preguntó si podía sacarse una foto conmigo, que su novia era fan mía. Pensé: joder, otro que lee «Noguera» y piensa en Miguel Noguera. Como aquello era bastante violento, hice como los políticos y le di largas. Sí, claro, después, que ahora estoy trabajando (me había acabado creyendo que era importante que permaneciera en mi puesto).
Pasó la hora y me dieron permiso por fin para irme (now your watch is ended, o algo así me dijeron). Intenté salir de la plaza sin que me viera el chaval de la ONG, pero me interceptó con un placaje que ni en el Seis Naciones y nos sacamos una foto juntos mientras yo sostenía mi libro como un gilipollas. A veces intento imaginar la cara que tuvo que poner aquella buena mujer cuando el novio le enseñó la foto mientras decía algo como: mira, con el escritor ese que te gusta. Quizá rompí una pareja aquel día.

2 comentarios:

Toy folloso dijo...

Y, ¿no cabe ninguna posibilidad que realmente fuera fan tuya y no del otro?.
¿Tan poca cantidad de autoediciones -supongo-, echaste al mercado?.

Microalgo dijo...

Merecían la ruptura, qué coño.