martes, 3 de marzo de 2015

La puerta de Philip K.

Llaman a la puerta de Philip K. Dick, que se levanta del sofá con un dolor de cabeza importante.
—Buenos días, vengo a ofrecerle Ubik, el nuevo limpiacristales —dice el hombre de la puerta.
—Gracias, pero no lo necesito.
—Ubik es bueno, Ubik tiene múltiples usos. Se puede mascar como un chicle y expande la mente. Podrá descubrir la realidad real.
—Eso es imposible —declara Dick cerrando la puerta.
Vuelven a llamar. Es un vendedor insistente, piensa Dick. Abre otra vez, que hoy es una de esas tardes aburridas.
—Buenos días, soy Palmer Eldritch —dice otro hombre—. ¿Está usted interesado en consumir Chew-Zi? Expande la mente, amén de otros agujeros.
—Bastante tengo con el LSD, caballero —responde Philip K. Dick dando un portazo.
De nuevo llaman. Dick abre la puerta, exasperado.
—Buenos días, soy Rick Deckard —dice un tercer hombre—. ¿Ha visto andrillos por su vecindario? Son peligrosos y van armados.
—No me consta, por aquí sólo rondan agentes del FBI.
—Podrían ser ellos. ¿Le importa someterse al test de Voigt-Kampff? Por cierto, ¿cree usted en Mercer?
Un nuevo portazo, pero antes de que pueda alejarse de la puerta vuelven a llamar.
—Buenos días, soy Juliana Frink —dice una mujer esta vez—. ¿Conoce el I Ching? ¿Es usted el hombre en el castillo?
—¡Ni que fuera un agrimensor! —protesta Philip K. antes de cerrar la puerta a cal y canto.


Publicado en el número 24 de Obituario.

1 comentario:

Microalgo dijo...

A veces tiene uno la sensación de que este hombre, Philip K. Dick, agotó todos los temas de la ciencia ficción.