domingo, 21 de septiembre de 2014

Los ochenta años de Lawrence Breavman

Ya no corremos por Montreal, Krantz. Hace tiempo que no vuelvo a la ciudad, pero no importa, ya no es mía, ahora la recorren otros jóvenes. El mundo es de ellos, son ellos quienes ahora persiguen a las chicas. Yo a veces me acuerdo de Shell. Me acuerdo del cuerpo de Shell. Pero en realidad no sé si lo estoy recordando o imaginando. Han pasado muchos años. Me acuerdo también de Martin, pero en mi recuerdo su cara permanece oculta, como si fuera un niño anónimo, un niño indeterminado. Me acuerdo también de los mosquitos, que quizá sean los únicos que no han cambiado.

2 comentarios:

Microalgo dijo...

En millones de años, los hijoputas mosquitos.

Hey, hey, hey, no se deje atropellar por las melancolías, a todo esto. Creo que era Benedetti el que decía que había que ir generando nuevas nsotalgias, y que ese era el truco. Es como hacer surf. Y que nos muramos diciendo "qué guay", cuando nos caemos de la tabla al acabarse la ola, o algo así.

Vigile los niveles de melatonina, ¿hein?

Microalgo dijo...

Corolario: decía Rafael Reig (me he dado cuenta de que, al final, yo nunca digo nada, excepto "no te fíes de un hombre precedido por su mandíbula") decía yo que decía Rafael Reig que la vida no hay que vivirla como si cada día fuera el último de nuestra vida, porque entonces saldría uno con la pilila fuera, no se lavaría uno los dientes y probablemente intentaría colar dos granadas de mano en el Congreso, con fatales consecuencias para nuestro día siguietne en caso de que, como es muy normal, no fuera el último.

Decía este escritor que la vida habría que vivirla como si fuera el último día de vida de los demás. Supongo que se refiere a los demás "que nos importan".

Haga el ejercicio mental y asómbrese de lo acertado de la disquisición. Ande.