jueves, 19 de junio de 2014

La vida matrimonial

Unos meses después de nuestra ruptura, Alba me hablaba de lo feliz que era cuando hacía vida de matrimonio con su nueva pareja. Cinco años después de esto, Babeth me contaba en un bar lo mucho que le gustaba despertar en mitad de la noche y escuchar la respiración de su novio. Yo bajé la mirada a mi cerveza.
La crueldad de las mujeres que no te quieren. Pero centrémonos en otro pensamiento: ninguna chica me dijo nunca algo así sobre mí. Ninguna declaró que le encantara la vida conyugal conmigo. Pero es natural, soy un tipo raro; ni siquiera yo me aguanto las veinticuatro horas. A mí también me gustaría desconectar, tener unas vacaciones de mi persona. Ser otro de vez en cuando, en definitiva.
Pero uno quiere ser aceptado, de todos modos. Adhesión total, si es posible. Se impone el corazón, no la razón. Porque es muy bonito cuando una mujer te pide que te quedes. Recuerdo a Susana llorando en una despedida. A María pidiéndome que me quedase un día más. Pero nunca dijeron que les gustase la vida conmigo. Si lo pensaron alguna vez, se cuidaron mucho de expresarlo en voz alta. La única en decirlo ha sido Sonia. Sólo ella me ha dicho que es muy feliz despertando a mi lado. Me hace sentir importante. Es rara la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No se lo decían a usted las otras. Se lo decían de usted a sus respectivos ex. Que de eso va la cosa.

Microalgo dijo...

Y bueno, cuando se despida de ellas equivóqueles el nombre. Crueldad por crueldad...