viernes, 18 de abril de 2014

El motor del mundo

Ayer fui al Carrefour con la intención inconfesable de adquirir pimientos y me pareció ver a una ex amiga (vendiendo vete a saber qué). Creo que era ella porque me miró con desprecio, aunque esto a veces también lo hacen desconocidas. El caso es que luego intenté recordar cuál fue el motivo por el que dejamos de ser amigos, pero no lo conseguí. Aunque estaba claro que ella sí lo recordaba (o, al menos, recordaba que debía odiarme sin importar los motivos). Es extraño todo. La gente es mucho más constante en su odio que en su amor. Dejan de quererte por cualquier cosa, pero para dejar de odiarte necesitan una redención absoluta de tus pecados reales e imaginarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo. De cualquier manera, creo que en esos casos es mejor acercarse y saludar, como si nada. Total, no hay nada que perder.