—Te invito a cenar. Conozco un restaurante en el que todos los empleados están rapados; es imposible encontrar un pelo en la sopa.
—No te conozco lo suficiente y, si me dejara invitar por ti, quizá me vería luego obligada a follar contigo por remordimientos.
—A mí no me parece mal.
—A mí sí, que luego tendría otro tipo de remordimientos.
—Pero tú y yo, nena. Tú y yo podríamos ser tantas cosas. Todo lo que tú quisieras.
—Ya somos lo que yo quiero: nada, simples conocidos.
—Pero yo te amo como un idiota, ¿no lo entiendes? No puede haber un amor más puro, más sincero, más incondicional.
—Precisamente: ya tengo todo lo que puedes darme.
3 comentarios:
Jajajaja.
muy bueno
Moraleja: ahórrese la cena.
Publicar un comentario