miércoles, 16 de octubre de 2013

Frías y palaciegas

Exijo mi derecho a enamorarme, clama Dupont dando un fuerte puñetazo en la mesa (para perjuicio de nudillos y termitas, que tiemblan en sus túneles). El camarero se acerca temeroso y explica que en su local no facilitan esos servicios, pero que una buena bebida podría inducirle amor por alguna parroquiana. No, no, yo tengo unos requisitos y ninguno de ellos es estar borracho, responde Dupont, aunque es verdad que el alcohol ayuda a que la lengua hable de amor. Yo lo que quiero es que sean frías y palaciegas, que me miren con desdén, como a alguien inferior. Porque entonces la conquista es una empresa aún más interesante, ¿sabe? Ser el sucio paje que alcanza su lecho y las mancilla, ahí está la aventura. Pero es tan complicado en estos días de amabilidad y camaradería encontrar la mujer altiva que uno necesita.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Pruebe con una concejala.