lunes, 16 de septiembre de 2013

Una segunda oportunidad

Cuando mi mujer falleció, viajé a la India en su busca, pues era en ese país milenario y misterioso donde había alguna posibilidad de que se hubiera reencarnado. Durante años, recorrí el país de un lado a otro atento a la menor señal de Matilde, mi fallecida esposa. Pero nada, todavía no la encontraba. Pensé en varias posibilidades: podía encontrármela de niña y tener que esperar a que creciera para pedir su mano (mis progresos en hindi eran notables) o encontrármela dentro de unos años reencarnada en un muchacho y tener que cambiar de orientación sexual. Pero finalmente la encontré a las afueras de una pequeña aldea, entre unas rocas. Al principio pensé que se disponía a atacarme, pero se quedó quieta, mirándome fijamente, como si pretendiera hipnotizarme. Esa mirada, esa mirada era la de mi Matilde. Con suma dificultad logré atraparla, aunque intentó morderme varias veces (siempre ha tenido mucho carácter). En la aduana me pusieron trabas para sacarla del país, algo sobre una legislación para impedir la exportación de especies peligrosas, pero todo se solucionó con el soborno adecuado. Ahora hemos vuelto a nuestra vieja casa, aunque yo sigo durmiendo solo en nuestra cama de matrimonio mientras ella descansa en su terrario. Todavía no hemos vuelto a hacer el amor, pero tengo paciencia: ambos necesitamos tiempo.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Ole. Con un par.

Si es que la gente está fatá.