jueves, 30 de mayo de 2013
La cana
Salgo de la ducha y pongo caras frente al espejo. De pronto, veo algo
blanco en lo alto de la cabeza, destacando. Será un hilo de la ropa, me
digo con tono sosegado. Pero no, sé perfectamente lo que es: una cana.
Es más, se trata de la cana. La madre de todas las canas, que
diría Saddam Hussein. Y está ahí para no esconderse, para clamar a los
cuatro vientos que existe. «Estoy aquí y estoy orgullosa de ser albina»,
me parece escuchar. La oveja blanca entre las negras. Me paso la mano por el pelo intentando disimularla, pero nada, sigo viendo el fulgor plateado. «No acallarán nuestra voz», parece decir la cana, «la revolución blanca ha comenzado». Así que me rindo y salgo del cuarto de baño mientras la cana continúa con sus enredos y propagandas, ganando adeptos, seguramente, a una velocidad endiablada.
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1 comentario:
Se la cambio sin mirar.
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