—Hijo, ¿cuándo vas a pensar en el futuro? Tienes que buscar trabajo ya.
—Soy escritor, mamá.
—¿Y cuánto te pagan?
—Todavía nada: soy un becario de la literatura.
—¿No eres un poco mayor para eso?
—La literatura no tiene edad. En cualquier momento me pueden llamar para debutar en la primera división literaria. Mientras tanto, juego en los campos de tierra de la escritura, donde me dejo las rodillas peladas. Y los codos.
—No parece un plan de vida serio. ¿Y si no te llaman? ¿Qué será de ti entonces?
—Bueno, es que nunca se sabe. Te pueden llamar después de muerto.
—¿De qué te sirve a ti eso?
—Vale, sí, igual no tiene una utilidad práctica, pero hay que pensar en la posteridad. Era lo que querías, ¿no? Que piense en el futuro.
—Y pensar que tienes estudios.
4 comentarios:
No puedo ponerme en contra de una madre pragmática. No estoy programado para eso.
Y pensar que tienes estudios...
Leo esto en mis horas de ocio literario, apostado en el mejor café que he encontrado (el de los sillones más caseros y la música más tranquila)... como cada tarde cuando me siento a leer y escribir (alternando según requiera la inspiración). En la segunda linea ya he soltado una carcajada flojita. La camarera me ha mirado. Mishima, en su contraportada, impasible... que día tan bonito, futuro ni futuro ni qué niño muerto. Luego. Muahaha. Luego.
Ay las madres y su visión práctica de la vida...
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