miércoles, 8 de junio de 2011
La mujer
Llama una mujer desnuda a la puerta y abre un hombre, que ha sido educado de esa manera. El hombre mira con perplejidad (y una erección) a la mujer, pero consigue guardar la compostura y preguntar: ¿qué desea? Esperaba que ella le respondiera que le desea a él, pero no es eso lo que contesta, sino: soy la mujer. Eso ya lo veo, piensa él, pero dice: ¿y qué quiere? Tampoco esta vez responde ella que le quiere a él, no: responde que es la idea de la mujer. ¿Cómo dice?, pregunta él. Que soy la idea de la mujer, insiste ella, ¿no estaba usted pensando en una mujer? Efectivamente, confiesa él. ¿Y no estaba desnuda?, inquiere ella. Pues sí, sí, concede, estaba desnuda; es que me gusta masturbarme, ¿sabe? Lo sé, dice ella, lo sé, pero yo no he venido para eso, sino para inspirarle. ¿No para que me masturbe?, pregunta él. Ella niega vigorosamente con la cabeza. ¿Inspirarme qué?, pregunta el hombre. ¿No escribe usted poemas?, pregunta a su vez ella. No, señorita, yo soy oficinista. ¿No es eso una forma de poesía?, pregunta la mujer. Creo que no, contesta el hombre. Vaya, pues creo que he vuelto a equivocarme de casa, se queja la mujer desnuda. ¿Y no podría quedarse un rato?, quiere saber él. Supongo que puedo quedarme unos minutos. Creo que será suficiente, contesta él. Ella, que le adivina las intenciones, dice que pueden verle sus vecinos. El hombre se encoge de hombros y se saca el pene del pantalón.
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3 comentarios:
Jamás vi excusa más bien urdida. Lo que no sé es por parte de quién.
Ese dulce momento del dia cuando, al sonar el timbre, piensas que una mujer desnuda estará tras la puerta
Bravo y bien.
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