Pasamos por delante de un perro que nos ladra con desgana, como obligado por las circunstancias. Como si no estuviera convencido del todo de esta parte de ser perro. Parafraseando a Lenin: Ladrar, ¿para qué? Es un perro filósofo, un perro que duda y que si ladra es porque quizá el amo esté vigilando que lleve a cabo su labor, aunque esta labor sea, es evidente, una pérdida de tiempo.
2 comentarios:
Ladrar siempre es una pérdida de tiempo, menos para los perros.
¿A quién me recuerda ese perro?
Ah, ya sé.
A mí.
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