sábado, 5 de marzo de 2011

Es todo tan idiota

En 1815, derrotado Napoleón, se celebró el Congreso de Viena. El objetivo de las potencias europeas era detener el curso de la historia, volver a la situación anterior a la Revolución Francesa. Como si pretendieran decir: aquí no ha pasado nada, sigamos como antes. Pero no se puede luchar contra la historia, aunque ésta sea una lección que nunca aprendemos. Siglo y medio después, las potencias europeas volvieron a cometer el mismo error cuando intentaron evitar la descolonización. Hay cambios que cuesta asumir. Es lo que le pasa por ejemplo a la derecha, que no entiende que la historia es imparable, y por eso se dedica a luchar en vano contra todos los cambios que no acepta: el divorcio, el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, etc.
En una escala menor, todos funcionamos de manera parecida. Es el viejo sueño de detener el curso de los acontecimientos, de anular la historia y volver a un pasado más grato. Todos lo intentamos alguna que otra vez en nuestras vidas, aunque sea con pequeñas cosas. Pero no hay manera de volver atrás, no hay manera de regresar a una Arcadia feliz e incontaminada de los acontecimientos posteriores que tanto nos disgustaron. La Arcadia ya sólo existe en el recuerdo, y a veces ni siquiera eso, sino sólo en la imaginación, pues nunca fue real.
Pero siempre se vuelve al primer amor, como dice el tango.
Años después de algún momento importante, estoy en un bar. Es de noche. Es viernes. Es invierno. Estas son formas de acotar la vida, de situarnos en ella y en el mundo. En realidad, no significan nada; son convenciones que nos damos para otorgarle sentido a la existencia. Miro el reloj y éste me indica cuándo estoy, ya que no dónde. He bebido demasiado, pero ya es una costumbre. Hay que embriagarse de vino, poesía o virtud, que dijera Baudelaire. Pero el vino es más barato. Hay que beber para revocar el pasado. No se puede volver atrás, pero sí olvidar. Durante un rato, al menos.
Es todo tan idiota. Esta soledad que jamás termina. Este monólogo interior infinito.
Este largo exilio.
Idea para un relato: acodado en la barra de un bar, un hombre va olvidando el pasado con cada copa. Cuando finalmente sale del bar, ya es otro y puede empezar de nuevo. No hay traumas, no está encadenado a ningún recuerdo. El debe está en blanco. Todo es posible de repente. Claro que a la mañana siguiente las cosas vuelven a ser como siempre. La resaca trae de vuelta la realidad, que sólo se ausentó por una noche. Era una tregua, no un tratado de paz. No una nueva vida, sino sólo un receso en la condena.
Y vuelta a empezar.
Es todo tan idiota.

3 comentarios:

Julieth dijo...

Ese es el peor sentimiento. No le compadezco, le comprendo. Ojalá pase rápido señor Noguera, ojalá...

InfiniteCrazy dijo...

¿Qué nos ata al pasado? ¿El miedo al presente? Nada existe. Solo el momento de tu respiración.

Microalgo dijo...

Por mi parte, siempre pienso que cualquier tiempo pasado fue peor.

Perdón, corrijo: Polliana y yo pensamos eso.