lunes, 3 de mayo de 2010

As time goes by

Aquella mañana era 1965 en Guildford, Inglaterra, así como en el resto del planeta, pero el físico William Brown tenía una opinión distinta. ¿Y si no?, se preguntaba mientras se llevaba otra cucharada de cereales con leche a la boca. ¿Y si estos cereales existen también en otros planos espaciotemporales? ¿Y si ahora mismo están en la boca de otro hombre, en otra época?
Llamó a su ex mujer para consultarle estos pensamientos revolucionarios, pero nadie contestó el teléfono. ¿Y si no está en casa porque se encuentra en otro plano espaciotemporal, donde las leyes morales son otras?, se preguntó.
¿Y si la gente sale y entra en los distintos universos sin que nadie se dé cuenta?, se planteó mientras paseaba al perro por el parque. Podría ser que ese niño que juega con la cometa se interne dentro de cinco minutos en otro universo y nunca más aparezca en este en el que vivo yo. ¿Adónde va la gente que no volvemos a ver nunca más? Todos esos extraños con los que nos cruzamos inadvertidamente en la calle. Esa gente que nos presentan una noche en un bar y cuyo nombre olvidamos a los cinco minutos. ¿Y si son espías de universos malignos a los que informan de todos nuestros movimientos? Quintacolumnistas de universos paralelos. ¿Y si las desapariciones que se denuncian a la policía tienen una explicación más siniestra? ¿Y si se tratan de traidores que se han pasado al enemigo? O quizá son personas inocentes que han sido secuestradas por los paralelos.
¿Y si los paralelos observan mi sueño?, se preguntó una noche en la que no lograba dormirse. ¿Y si las ventanas de las casas de algún universo dan a mi dormitorio? ¿Y si me asomo al armario y de pronto veo el mismo horizonte que ellos? ¿Y si leen mis pensamientos con la misma claridad con que yo los enuncio? Quizá los publican en sus periódicos, en primera plana.

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