jueves, 2 de julio de 2009

Los muertos

Todos los pasajeros del tren estaban muertos, lo comprendí de pronto. Tan aterradora revelación me abría unos cuantos interrogantes. ¿Significaba eso que yo también estaba muerto? Quizá sí o quizá era la víctima de un error inexcusable. ¿Iba el tren al Infierno? Parecía lógico pensar que los muertos que van al Cielo lo hacen en avión, así que nuestro destino sólo podía ser el Averno. Eso explicaría el aspecto patibulario de muchos de los muertos que me acompañaban en el vagón.
Dispuesto a encontrar respuestas a éstas y otras preguntas, me levanté del asiento en busca del revisor. Lo encontré picándole el billete a un señor de rostro cadavérico.
—Disculpe, creo que ha habido un error.
—Su billete, por favor.
—De eso precisamente quería hablarle. Yo me dirigía a Murcia.
—Eso sería antes de morir, no me interesa. Su billete, por favor.
—Tengo billete para Murcia, si le vale.
—¿Me está diciendo que no tiene billete para este tren?
—Eso mismo le estoy diciendo, por lo visto.
Su cara se convirtió entonces en una máscara de odio y repugnancia satánica que hizo que el terror se apoderara de mí. Tembloroso, le dije algo así como que era una vergüenza la actitud de la juventud actual. Entonces vi que había sacado un largo puñal del bolsillo trasero del pantalón.
—Si no tiene billete, habrá que solucionarlo.
Le golpeé en la cabeza con la carpeta donde llevaba los planos de ampliación de la Biblioteca de Murcia y salí corriendo hacia otro vagón mientras el resto de pasajeros contemplaba con pasmo la escena.
Ya en otro vagón, busqué refugio en un compartimento. Si esto fuera una película de los cincuenta, podría contar que me encontré en él a una guapa mujer que me ayudó a escapar y que en el transcurso de la aventura nos enamoramos. Pero resultó que el compartimento estaba vacío, lo cual era considerablemente más real (aunque lo que estaba pasando no lo parecía). Cerré con pestillo la puerta y me senté, intentando tranquilizarme. ¿Qué hacer?, que diría Lenin. Ahí estaba yo, en un tren lleno de difuntos con destino al infierno y con un revisor dispuesto a que se acabara mi larga relación con la vida.

No hay comentarios: