jueves, 26 de marzo de 2009

Los amantes

Llamaron a la puerta. Él pensó que sería ella, por lo que abrió enseguida. No era ella, pero se le parecía, y eso, en estos tiempos de crisis, ya es mucho. Hola, vecino, dijo ella, me preguntaba si tendrías algo de faisán y caviar, que todavía no he preparado la cena. Pasa, has tardado mucho, contestó él. Ella entendió que era una invitación sexual, le miró y se dijo: no es muy guapo, pero en estos tiempos de crisis...
Se sentaron en el sofá. Me gusta el papel de la pared, dijo ella. Gracias, lo eligió mi madre, contestó él. Una mosca sobrevoló la escena. Él se rascó el mentón, que siempre le había parecido algo muy literario. Ella se preguntó si su blusa no era lo bastante escotada.
Bueno, ¿a qué te dedicas?, preguntó ella para romper la interpretación de 4'33", de John Cage, que estaban llevando a cabo. Diseño barcos de vapor, contestó él. Vaya, ¿y eso está bien pagado?, dijo ella. Todavía no lo sé, respondió él, no me contratan en ningún sitio. Yo hoy he perdido la audición de un ojo, dijo ella. Será la visión, repuso él. No, no, la audición, era un papel en una obra de teatro: La Señora de las Anillas. Todo en clave feminista. Soy actriz, ¿sabes? De las buenas. Si fueras productor, te haría una demostración. O si fueras director.
Él tragó saliva y le confesó algo que ocultaba a sus más íntimos amigos: bueno, mi padre era el director de mi escuela, no sé si te servirá. Eso depende, contestó ella, ¿tu padre está vivo? No, falleció hace dos años, dijo él. Entonces se puede decir que has heredado el cargo de director, deberías presentarte algún día allí y dar órdenes; por lo pronto, me las puedes dar a mí. Tú dime qué quieres que interprete; se me dan muy bien las fulanas, lo dice todo el mundo.
Dicho esto, puso las manos en la mesita de café e hizo el pino. Como puedes ver, estoy en forma y soy muy elástica, dijo abriendo bien sus torneadas piernas.
Él sonrió con nerviosismo, siempre le habían intimidado las mujeres que hacían el pino sobre la mesita de café sin previo aviso.
Ella volvió a sentarse, frustrada. Después de un momento de silencio, dijo: hace calor, ¿no? Lo normal en esta época del año, contestó él. ¿Y si me desnudo?, dijo ella. No me opongo. Pues yo ya no sé cómo ponerte, se quejó ella. No, no, digo que no estoy en contra. Esa postura no la conozco, pero me la puedes enseñar, respondió ella quitándose la ropa en un abrir y cerrar de ojos, aunque él mantuvo los suyos abiertos en todo momento, por no perderse detalle.
Señorita, es usted un monumento, dijo él en un alarde de españolismo. Mira, contestó ella, no me importa que de pronto me trates de usted, pero métemela de una vez. Él decidió que sería de mal anfitrión desoír la petición de su invitada, así que se desnudó y la penetró muy satisfactoriamente para ambos, procediendo después a efectuar rítmicos movimientos pélvicos acompañados de gemidos y jadeos. Qué bella parece la vida entre los muslos de una mujer hermosa, pensaba él. Qué bella parece la vida cuando tienes dentro una buena polla, pensaba ella.
De pronto, golpearon en la puerta. ¡Cielos, mi marido!, dijo ella. Por qué tienes que decir ese cliché, se quejó él, por qué no puedes decir, por ejemplo, que es tu hermana gemela y ninfómana. Eso también sería un cliché, argumentó ella, un cliché de película porno. No lo niego, pero son más divertidos, dijo él. No es momento de discutir, respondió ella, tienes que esconderte, mi marido te matará si te encuentra conmigo, es profesor de autoescuela. Pero si esta es mi casa, dijo él. Da igual, no se dará cuenta, tú escóndete, dijo ella.
Le metió a empujones en un armario, lo que también era un cliché, pero cerró la puerta antes de que él pudiera decir nada. Desnuda como estaba, fue a abrir a su marido.

No hay comentarios: