lunes, 9 de febrero de 2009

Rayos gamma a través de las persianas

Un hombre sale de casa. Este acto tan cotidiano no despierta las sospechas de nadie, pues resulta imposible advertir a simple vista que el hombre es un peligroso espía intergaláctico. Responde al nombre de Juan, pero sólo en la Tierra. En Nebulón 7 se llama Antonio.
Juan toma el autobús con naturalidad, como si no estuviera acostumbrado a desplazarse a la velocidad de la luz por el universo. Lee el periódico atentamente, en busca de la información que requieren sus superiores. Después la transmite telepáticamente mientras se rasca la oreja, un gesto que no alarmaría a nadie, salvo a alguna que otra anciana dispuesta a quejarse de cualquier cosa. Juan, como todo buen funcionario, falsea los informes. Así, transmite las necrológicas como si fueran bajas del bando terráqueo producidas por sus acciones terroristas, que hasta ahora no van más allá de negarse a ceder el asiento a ancianos y embarazadas.
Juan va al supermercado para adquirir alimentos con dinero terrícola. Una lata de mejillones en salsa de vieira por un euro y pico. Horchata. Merluza. Pizza cuatro estaciones («de Vivaldi», murmura). Pimientos. Juan sopesa una naranja, que le recuerda a su planeta natal. Quién habrá ganado la liga, se pregunta con nostalgia.

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