sábado, 23 de agosto de 2008

La vida está en cualquier parte

Un perro ladra, yo le respondo. La vida está en cualquier parte, sólo es cuestión de encontrarla. Pero yo sé que esperará por mí, ¿qué otra cosa puede hacer? La vida sin mí no tiene sentido, repito mientras atravieso calles vacías. Ningún coche aparece de la nada para atropellarme y demostrar que estoy equivocado. Buena señal. Una prostituta me pregunta si quiero pasar un buen rato. Pues verá, señora puta, sí que me gustaría pasar un buen rato, pero me temo que usted considera imprescindible cobrarme, lo que está muy mal, es traicionar la vieja hermandad entre putas y poetas, pues yo, aquí donde me ve, melenudo y bastante borracho, soy el poeta más grande de mi generación. Ya, ya sé que las putas nunca han dejado de cobrar a los poetas excepto cuando se enamoraban de alguno y es ahí donde yo quería llegar: si a uno no le ama ni una puta, ¿qué le queda? De todos modos, no se ofenda, pero la encuentro bastante ajada, ¿no será usted la Muerte? Precisamente hace un momento estaba pensando en usted. Consideraciones acerca de la Muerte. La Muerte es una prostituta con acento del Este en una esquina de Málaga. La Muerte tenía que ser rusa, estaba claro desde el principio. Ya, ya sé que estoy borracho, pero es mejor que estar sobrio y loco. «Dasvidania» y todo eso, señora Muerte, no será esta noche, todavía me quedan cosas que decir. Todavía me quedan cosas que repetir. Un perro ladra, yo le respondo. Existimos, pese a todo.

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