viernes, 13 de julio de 2007

Verano de 1999

Elisabeth, londinense de adopción, me sedujo enviándome por correo fotos de partes de su cuerpo, poco a poco. Ambos teníamos el mal de la literatura en la sangre -que quizás no fuera la literatura misma, pero como actitud vital siempre ha gozado de reconocimiento- y por eso nos daba por actuar más como personajes de novela que como personas reales que, pensándolo bien, quizás ni siquiera fuéramos. El caso es que me encantaba abrir por la mañana, lleno de emoción, el correo y encontrarme dentro de un sobre la foto correspondiente. Ojos, nariz, boca, pechos, nalgas... Acabé teniendo un puzzle completo de su cuerpo.

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