domingo, 5 de marzo de 2006

Jesus doesn't want me for a sunbeam

Hoy voy a volver a blasfemar un poco, por si todavía no he condenado mi alma inmortal al infierno (menos mal que dios es amor y todo eso). Lo haré como es costumbre en mí: planteando cuestiones que ningún concilio se atrevió a estudiar.

Pensemos en el joven Jesús. Su padre -o el tío que pagaba las facturas- era carpintero y le enseñó el oficio. Surge entonces una pregunta en todo buen cristiano: ¿eran indestructibles los muebles que hizo Jesús? Sus estanterías no podían ser vulgares como si fueran obra de cualquier otro carpintero, puesto que eran una creación divina. Seguramente se hizo famoso por toda la región y los ricos se peleaban por sus mesas, sillas y armarios. Puede que se cansara de esa vida materialista y eso le empujara a predicar la pobreza, la castidad, y otros masoquismos. Quién sabe. Eso sí, un poco mayorcete, que entonces la esperanza de vida era bastante menor.

¿Pero dónde están ahora esos muebles de excelentísima calidad? ¿Los guarda el Vaticano? ¿Se pueden conseguir en IKEA? ¿Ascendieron también al Cielo? ¡Menuda visión!

Por cierto, ¿nadie encuentra muy irónico que, siendo carpintero, lo mataran clavándolo a unos maderos?

No hay comentarios: