He estado leyendo algunas cartas que escribí a mis novias de tiempos de antaño y durante un segundo o dos he dudado de la autoría de las mismas (de las cartas, no de las novias). ¡Qué pensamientos tan distintos los de hoy de los de ayer! Como si las cartas hubieran sido escritas por un doble y no por mí. Yo siempre he dicho que me gustaría tener un doble para las escenas de riesgo (como, por ejemplo, cuando se trata de abordar a una mujer que no se muestra receptiva a la inmaterialidad de mis encantos), pero nunca pensé que me suplantaría. O quizás le he suplantado yo a él, claro. De hecho, se podría decir que mi antiguo yo era mejor que el actual, aunque fuese más ingenuo y confiado. Pero he usurpado su vida, si bien no fue por decisión propia (ni suya ni mía, quiero decir).
Me pregunto qué habrá sido de él. Espero que le vaya bien, esté donde esté...
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