lunes, 20 de junio de 2005

El día del orgullo homófobo

(Publicado originalmente en El Otro Diario)

Si mi novia me compara con Rocco Siffredi, no me molesta. Considero que es una equiparación válida y satisfactoria. Sin embargo, si sugiere que tengo el mismo carisma sexual que algún personaje desagradable (como algún político que no mencionaremos), lo considero un insulto, me siento ofendido y le exijo disculpas, que uno tiene su corazoncito. Pues algo parecido les sucede a los que se manifestaban el sábado: Consideran que la homosexualidad es algo malo, no sólo malo, sino aberrante, y que equiparar la unión entre homosexuales a un matrimonio “de verdad” es un grave insulto, aunque intenten disimularlo afirmando que “no es contra los gays”, que es sólo por una palabrita de nada, etc. ¿A quién pretenden engañar? ¿Han empezado a suicidarse en masa los académicos de la lengua? No, ¿así que a qué viene este interés por el idioma de gente como Acebes o Rajoy que apenas saben hablar como un adulto? ¿Acaso “hecatombe” sigue significando exclusivamente “sacrificio de cien reses”? ¿Y “patrimonio”? ¿De verdad hay tanta gente interesada fanáticamente en la etimología?

Como habría podido escribir Orwell, se amparan tras proclamas como “por la libertad” para pedir precisamente todo lo contrario. “La familia sí importa”, pero la que ellos impongan. La que impongan los obispos, que no forman familias (que sepamos), pero eso no importa. Le encasquetan pancartas a niños que están siendo educados en el odio, usan fotos de bebés con expresión de desamparo y la leyenda “ZP, quiero un papá y una mamá”, lo que no, sé a ustedes, pero a mí eso de ponerle voz a un bebé me recordó a Bruce Willis en “Mira quién habla” (o Ramón Langa, para los fieles del doblaje). Si instrumentalizar a los niños ya es aberrante, todavía lo es mucho más que sea de una forma tan burda. Esos que supuestamente claman por los derechos de los niños no tienen problemas para utilizarlos en una manifestación. Repito: ¿A quién pretenden engañar?

Precisamente a quien ampara la nueva reforma es al niño, que ya nunca podrá encontrarse en situación de indefensión en caso de fallecimiento del padre legal como sucedía hasta ahora. Porque los homosexuales ya tienen hijos, aunque estos señores se hagan los locos. Ahora se reconocerá legalmente a ambos padres, ¿de verdad alguien que dice que está defendiendo los derechos del niño puede estar en contra de esto? A no ser, claro, que esta gente, por ser coherente con lo de “un padre y una madre”, esté a favor de que se prohíba la adopción a personas solteras y, rizando el rizo, que se prohíba también que una madre soltera pueda criar a su hijo. En este último caso habría que arrebatarle el niño en cuanto naciera (porque el aborto es pecado mortal, ya saben) y entregárselo a una familia cristiana, española y heterosexual. Si quiere conservar a su hijo, que se case, hombre. Claro que, si uno de los miembros de un matrimonio heterosexual muriese, el viudo se vería obligado a casarse de inmediato para poder conservar a sus hijos, ¿pero qué es un sacrificio frente a la familia de verdad?

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