domingo, 24 de abril de 2005

Revelaciones

Iba paseando con mi primera ex novia por las calles de Málaga cuando se nos acercó una gitana para vendernos algo, no sé si flores o algo parecido porque no me fijé demasiado. Recuerdo que para convencerme de la compra me dijo "para ella", mientras señalaba a mi ex. Yo estuve tentado de decirle: "Mire, señora, ésta es mi ex novia, y no me hablo con ella, sólo nos paseamos". Le dije a mi ex lo que había pensado y se rió mucho.

Pasado un rato sonó el móvil de mi ex. Era el príncipe de los enanos, su actual pareja, que le pedía que comprara nata porque no le quedaba en casa. Entonces me sentí muy desgraciado y pensé, de forma un tanto infantil, que a mí las mujeres no me traían nata a casa. No soy un tío fascinante al que le traen la nata a casa en vez de tener que ir a comprarla como todo hijo de vecino, me dije. Esta cuestión a cualquiera le habría parecido, por lo menos, totalmente idiota, pero a mí me pareció en aquel momento algo importantísimo.

Creo que no descansaré hasta conseguir algún día una prueba de amor semejante. Y eso que no me gusta la nata.

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